Desde Caracas, capital de la República Bolivariana de Venezuela, los hijos e hijas
de esta tierra que fue cuna y recinto predilecto de nuestro Libertador Simón
Bolívar; los representantes de los Poderes Constitucionales, del Poder Popular y de
todo nuestro pueblo, declaramos en este manifiesto la siguiente posición en defensa
de nuestra patria:
Planteamos al mundo la determinación de derrumbar las cadenas imperiales que
nos han mantenido dominados hasta nuestros días. Sacar adelante el proyecto que
está permitiendo liberar a los pueblos históricamente oprimidos de nuestra América
es el objetivo estratégico. Quienes hemos tomado la decisión de construir
nuestra propia historia, basada en los inalienables principios de
autodeterminación y soberanía, hemos decidido continuar el tránsito en el sendero
de la definitiva independencia de nuestras naciones, como continuación de los proyectos
enmarcados en las gestas independentistas planteadas por nuestros libertadores
hace doscientos años.
A quienes han pretendido mantenernos sometidos a los designios de los centros de
poder, tanto en épocas coloniales como en estos tiempos de imperios, declaramos:
con el ejemplo de Simón Bolívar, la valentía de nuestros hombres y mujeres que
conformaron el Ejército Libertador, reafirmamos nuestro compromiso con el
Proyecto Bolivariano, nuestra indoblegable entrega a la lucha por la liberación
nacional y por la construcción de la patria.
Hoy, las fuerzas coloniales, enemigas de la independencia, son enormemente más
poderosas que hace dos siglos. El imperio más grande y poderoso que haya existido
en la historia de la humanidad no da tregua en su ambición infinita. Una vez
más, somos testigos de las pretensiones opresoras que ya desde tiempos de la
doctrina Monroe atentaban directamente contra el ideal bolivariano de la unión.
Pero en esta ocasión el pueblo de nuestra América está en pie de lucha, porque ha
vuelto a levantarse, esta vez hecho millones. Ha vuelto a rebelarse para
revindicar el martirio de millones de aborígenes masacrados en el mayor
genocidio registrado en la historia de la humanidad, como lo fue la conquista y
colonización de nuestro continente. Ha vuelto para liberar a los descendientes de
los millones de hijos de la madre África que fueron arrancados a sangre y fuego de
su vientre para vivir condenados a la esclavitud. Ha vuelto para recibir el legado
de los hombres y mujeres que en la primera gesta de independencia dieron su
sangre por construir un territorio de libertad, con sus luchas patrióticas en
defensa de nuestra América libre y soberana.
EL INVENTARIO DE AGRAVIOS
Es por ello que la caja de los truenos volvió a ser abierta por quienes pretenden
frenar el ímpetu libertario de ese pueblo. Tras una breve pausa de aparente
voluntad de construir una coexistencia respetuosa entre el imperio y nuestros
países, la farsa de la democracia estadounidense ha reeditado su viejo
Tras los resultados de las elecciones legislativas de Estados Unidos, resucita el
pacto bipartidista que pretende imponerle al mundo la sumisión a los designios del
imperio yanqui, tras la ilusoria fachada de su falsa democracia.
En una vergonzosa demostración de soberbia imperial, los nuevos factores
hegemónicos del parlamento estadounidense comienzan a lanzar sus amenazas a
nuestra región, demostrando con ello que el sistema capitalista no distingue
diferencias partidistas ni figuras más o menos carismáticas, que su proyecto es
uno solo, y que su supervivencia depende del sometimiento de nuestros pueblos y
de la conculcación de nuestros derechos para poder llevar adelante el expolio de
nuestros recursos naturales y la explotación inescrupulosa de nuestros hombres,
mujeres y niños.
Las amenazas ya han sido proferidas, en alta voz y bajo el patrocinio del propio
congreso estadounidense, desde cuya emblemática sede nuestros países han sido
abiertamente amenazados por una ultra derecha embriagada en sus delirios de
victoria electoral, escoltada por un aquelarre compuesto por señalados
representantes de los sectores más reaccionarios, de las oligarquías más rancias,
de las clases históricamente dominantes, de los apátridas del continente. Por ello,
no podemos subestimar el poder que nos amenaza.
En el contexto del siglo XXI, cuando los pueblos de nuestra América han decidido
tomar el control sobre su propio destino, se intenta desconocer la voluntad
popular plasmada en los procesos constituyentes, descalificándolos como manipulaciones
al sistema democrático, sólo porque no se pliegan a la pantomima de
democracia burguesa al gusto estadounidense, diseñada para contener los excesos
de las mayorías en contra los privilegios de las minorías, según el planteamiento
de James Madison, uno de sus principales ideólogos.
Dentro de este esquema, resulta pasmoso el descaro y la tranquilidad con la que
los conjurados admiten estar trabajando por la exclusión del sistema
internacional de los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra
América (ALBA), buscando provocar un aislamiento como el que han venido
intentando contra la gloriosa Revolución Cubana desde hace más de 50 años.
En ese propósito, se pretende desconocer la voluntad popular, arrojando dudas
sobre aquellos procesos electorales cuyos resultados no son favorables a sus aliados
políticos locales, sus lacayos incondicionales. En este entretejido de patrañas, el
imperio intenta convencer al mundo de que la libertad de prensa comienza y
termina con la satisfacción de los intereses corporativos de unos cuantos
propietarios de empresas capitalistas del tráfico de información, y pretende imponerse
el secuestro de la verdad como doctrina.
También se intenta descalificar cualquier corriente del pensamiento que no haga
reverencias al altar del neoliberalismo, que no se incline ante el tótem del mal
llamado “libre mercado”, o que no sucumba ante el fetiche de una apertura comercial
fraudulenta, pensada para facilitar y legitimar que las grandes economías del
norte devoren a las del sur, modelo perverso que en los últimos treinta años ha
sumergido a los pueblos del mundo en la inequidad y en la pobreza.
Se pretende satanizar a un gobierno como el de Venezuela, legítimamente
instaurado por la voluntad popular, que se ha perfilado a lo largo de once años
como catalizador del desarrollo y constructor del bienestar de su pueblo. En la
misma línea, se acusa de dependencia y concentración de poder a la acción
mancomunada de las instituciones del Estado, solamente porque comparten una
visión y un proyecto de país, recogido en una Constitución refrendada
popularmente.
Se desprecia el nacimiento de nuevos actores económicos, los cuales reducen las
desigualdades sociales, mediante la democratización de las oportunidades y la
redistribución de la riqueza, políticas que a su vez, no se conjugan con los
intereses de las transnacionales y de las oligarquías, cuestión que quiebra la
tradicional estructura económica basada en la conocida división internacional del
trabajo, modelo generador de desigualdades entre el centro y la periferia del poder
económico mundial.
Nuestra nueva independencia pasa por quebrar las lógicas supranacionales de
dominación, generadoras de pobreza y demás problemas sociales. Se ha pretendido
desconocer los avances en materia de reducción de la pobreza, puesto que nuestra
meta, en ese sentido, no es apaciguar la miseria, sino acabar con los factores
económicos que la originan.
La imposición del pensamiento liberal-burgués, manipula una y otra vez con el
chantaje del supuesto desarrollo económico, que desde su lógica toma en cuenta
únicamente los tamaños de las economías y la generación de supuesta riqueza, que
no es más que la plusvalía de las grandes corporaciones, despreciando los avances
de las sociedades en términos sociales, culturales o ambientales, y la evolución de
otros indicadores integrales de aceptación internacional, como el Índice de
Desarrollo Humano o el Coeficiente de Gini, son simplemente despreciados.
Con una audacia que raya en la temeridad, se desvirtúa con mentiras la realidad
de lo que pasa en nuestros países, desconociendo los avances en educación, en
inclusión social, en democratización del acceso a la información, a los alimentos, a
las fuentes de trabajo, al uso de la tierra, a la salud, y en definitiva, en el aumento
de la equidad social.
Los tecnócratas defensores del modelo de expoliación de nuestros países pretenden
blindar para su disfrute exclusivo y excluyente sectores estratégicos de la economía
como la banca, los servicios públicos, la extracción de materias primas o la
explotación de la tierra, en virtud de lo cual alzan sus voces con indignación
frente a la acción firme y decidida del Estado popular y patriótico en la
regulación y control de estos sectores primordiales para el desarrollo nacional de
nuestras sociedades.
Así, se desconoce la potestad de los Estados para ejercer su soberanía sobre los
sectores sensibles de la economía, que tradicionalmente se han mantenido en
manos de los grupos poderosos que han impedido el acceso del pueblo a los
beneficios que por derecho propio tiene sobre éstos.
Por todo lo anterior, el proyecto redivivo de estos sectores retrógrados descalifican
las figuras de líderes electos con masivo apoyo popular, y para ello no escatiman
en manipular, a través de su potente aparato de difamación masiva, las realidades
regionales, históricas o culturales, dejando en evidencia el carácter racista,
supremacista, de su comportamiento, que remonta a los tiempos de la Alemania
nazi y de la Italia fascista.
De esa misma materia es que está hecha la demonización de la cultura
musulmana y en particular del digno pueblo persa, pretendiendo correr un velo
de “maldad” como justificación para imponer a nuestros países con quién pueden
y con quién no pueden vincularse, criminalizando las normales relaciones entre
los miembros de la comunidad internacional.
Mientras tanto, quienes argumentaban que el imperialismo era un concepto
pasado de moda, pueden ver en esta arremetida la más rampante y soez muestra
de la prepotencia imperial estadounidense, que tanto terror y miseria ha
sembrado en nuestros países a lo largo de la historia y que sólo es de necios o de
cómplices tratar de ignorar.
Una vez más, resulta vergonzoso el papel servil de algunos felones al servicio de
potencias extranjeras, que aún continúan viviendo de la explotación y sumisión
de su propio pueblo, y que ponen el poder económico, político, cultural y mediático
que aún detentan, al servicio de destruir la Revolución Bolivariana, no por los
errores que ésta pueda haber cometido, sino por sus enormes aciertos: por haber
puesto al servicio del pueblo las riquezas de la nación, por haber recuperado la
soberanía, la dignidad y la esperanza del pueblo venezolano, y por haber sido
artífice de la auténtica unidad con otros pueblos de nuestra América, que hoy
logra sus mayores frutos en el ALBA.
Ante estas pretensiones, se reivindica el pensamiento y acción del Libertador
Simón Bolívar y la idea de la unión, que elevan y defienden los pueblos del
continente.
LLAMAMIENTO AL PUEBLO DE VENEZUELA
Frente a las absurdas pretensiones y amenazas de estas corrientes imperiales que
vienen desde los Estados Unidos, nuestro llamado es a la unidad y movilización
permanente en defensa de la patria, en defensa de la Constitución y en respaldo al
Jefe de Estado, que son objeto de una conspiración y agresión permanente.
Por eso, respaldamos la necesidad de reaccionar como pueblo unido, dejando de
lado nuestras diferencias menores, poniendo por delante la dignidad nacional, el
patriotismo, el deseo de igualdad y justicia que hoy, como hace doscientos años,
anida en el corazón de cada hombre y mujer de buena voluntad de nuestra tierra.
Es por esto que llamamos a los hombres y mujeres que aman a Venezuela, a
manifestar su justa indignación contra la obscena amenaza a nuestra Nación, que
se organiza desde la propia capital de los Estados Unidos, con la complicidad de la
oligarquía apátrida, continental y nacional. Convocamos, pues, a la defensa
irrestricta de la patria, con la movilización popular, porque está en juego el
futuro de Venezuela.
En los campos, en los ríos, en la selva, en el monte, en los llanos, en los andes, en el
mar, en cada hogar, en cada aula, en cada oficina, fábrica y taller, los patriotas
deben conocer y denunciar el peligro que se cierne sobre nuestra patria, actuando
con responsabilidad, con organización, con unidad y conciencia nacional.
No volveremos a ser colonia, pues por nuestras venas palpita la sangre de
Guaicaipuro, de Simón Bolívar, de Ezequiel Zamora, de Manuela Sáenz y del
Negro Primero, de todos los hombres y mujeres que a diario construyen la patria
con amor, responsabilidad y sacrificio.
A LOS PUEBLOS DEL ALBA,
DE NUESTRA AMÉRICA Y DEL MUNDO
El golpe de Estado en Honduras, el acicate insurreccional en Bolivia, el intento de
golpe y magnicidio en Ecuador, el intento por desconocer la soberanía de
Nicaragua sobre su territorio, el acoso histórico contra Cuba y las amenazas
directas a Venezuela, son el preámbulo del hostigamiento que la derecha del norte
desatará contra nuestros países, y las recientes maniobras contra los países del
ALBA en la OEA son testimonio irrefutable de la siniestra operación en marcha.
Frente a esta arremetida, nuestra estrategia seguirá siendo la unidad y el
desarrollo de los proyectos grannacionales y de los demás acuerdos de integración
entre los países de América Latina y del mundo, en abierta oposición al hegemonismo
estadounidense. El pueblo de Venezuela, los pueblos del ALBA, los pueblos de
nuestra América y del mundo, venceremos las pretensiones del imperialismo
yanqui, que no intenta otra cosa que salir de sus crisis con más guerra y saqueo a
los pueblos del mundo.
En estos tiempos del Bicentenario, ratificamos nuestro compromiso inclaudicable
con la culminación de la preciada obra de la independencia, con la consolidación
de la soberanía y con la construcción de la unidad entre nuestros pueblos, ante lo
cual proclamamos que nuestra respuesta a la amenaza imperialista será: más
unidad, más independencia y más integración.
¡Viva Venezuela libre y soberana!
¡Viva la patria de Simón Bolívar!
¡Viva el ALBA!
¡Vivan los pueblos del mundo!